BMJ, 27 marzo 2004
LA
BASE DE EVIDENCIAS PARA EL SÍNDROME DEL BEBÉ SACUDIDO
Necesitamos
cuestionar los criterios diagnósticos
J.F.
Geddes, jubilado (antiguamente lector en neuropatología clínica,
Queen Mary, Universidad de Londres)
J.
Plunkett, patólogo forense
La
expresión “síndrome del bebé sacudido” evoca una poderosa
imagen de maltrato, en la cual un cuidador sacude a un niño lo
suficientemente fuerte para producir fuerzas de latigazo que terminan
en hemorragia subdural y retinal. La teoría del síndrome del bebé
sacudido se apoya en supuestos fundamentales: la sacudida es siempre
intencionada y violenta; la lesión que recibe un bebé de la
sacudida es invariablemente severa; y la hemorragia subdural y
retinal es el resultado de un maltrato criminal, salvo que se
demuestre otra cosa.1
Estas creencias están reforzadas por un interpretación de la
literatura por expertos médicos, que puede en ocasiones contribuir
decisivamente a que un cuidador sea condenado o unos niños sean
apartados de sus progenitores. ¿Pero cuál es la evidencia para la
teoría del síndrome del bebé sacudido?
La
hemorragia retinal es uno de los criterios utilizados, y muchos
doctores consideran hemorragia retinal con características
específicas patognomónico de sacudida. Sin embargo, en esta
cuestión Patrick Lantz y otros examinan esa premisa (p 754) y
concluyen que “no puede mantenerse con evidencia científica
objetiva.”2
Su estudio sigue muy de cerca la evaluación recientemente publicada
de la literatura sobre síndrome de bebé sacudido de 1966 a 1998, en
la cual Mark Donohoe encontró que la evidencia científica para
mantener un diagnóstico de bebé sacudido era mucho menos fiable de
lo que generalmente se cree.3
El
síndrome del bebé sacudido se diagnostica habitualmente sobre la
base de hemorragias subdurales y retinales en bebés o niños
pequeños,1 si
bien los criterios diagnósticos no son uniformes y no es inusual que
el diagnóstico esté basado sólo en hemorragias subdurales y
retinales. La página web de la American Academy of Ophthalmology
declara que si las hemorragias retinales tienen características
específicas “la lesión por sacudida puede diagnosticarse con
confianza sin atender a otras circunstancias.”4
Habiendo examinado la base de evidencias para la creencia de que los
pliegues perimaculares con hemorragias retinales son diagnósticos de
sacudida, Lanz y otros fueron capaces de encontrar sólo dos estudios
defectuosos de casos y controles, gran parte del trabajo publicado
mostrando ‘una ausencia de... definición de caso precisa y
reproducible, e interpretaciones o conclusiones que van más allá de
los datos.3
Sus conclusiones son notablemente similares a aquellas de Donohoe,
que encontró que “la evidencia para el síndrome de bebé sacudido
parece análoga a una pirámide invertida, con una base de datos muy
pequeña (en su mayor parte investigación original de pobre calidad,
de naturaleza retrospectiva, y sin grupos de control adecuados)
extendiéndose a un amplio cuerpo de opiniones un tanto divergentes.”
Su trabajo suponía buscar en la literatura, usando el término
“síndrome del bebé sacudido” y después valorar los métodos de
los artículos recogidos, usando las herramientas de una
investigación basada en la evidencia. Examinando los estudios que
conseguían la más alta calidad en los baremos de evidencia, Donohoe
encontró que “había evidencia científica inadecuada para llegar
a una conclusión firme en la mayoría de aspectos de causalidad,
diagnóstico, tratamiento, o cualquier otra materia,” e identificó
“seria falta de datos, defectos de lógica, inconsistencia de
definición de caso.”4
Las
conclusiones de Lanz y otros y las de Donohoe provocan una lectura
preocupante, porque revelan importantes deficiencias
en
la literatura relativa a un campo en el cual la oportunidad para
experimentación científica y pruebas controladas no existe, pero en
el cual mucho puede apoyarse en interpretación de la evidencia
médica.5
Si
el concepto de síndrome de bebé sacudido es científicamente
incierto, tenemos una obligación de reexaminar la validez de otras
creencias en el campo de la lesión infantil. La literatura reciente
contiene un número de publicaciones que desaprueban la opinión
experta tradicional en el campo. Un estudio de caídas de poca altura
presenciadas independientemente mostró que tales caídas pueden
resultar fatales, causando tanto hemorragia subdural como retinal.
6
Un análisis biomecánico avala que la lesión severa o muerte por
una caída de poca altura es posible y arroja dudas sobre la idea de
que la sacudida puede causar directamente hemorragias retinales y
subdurales. 7
Un intervalo lúcido importante puede estar presente en un
traumatismo craneal finalmente mortal en un bebé.
8
Estudios neuropatológicos han mostrado que los bebés maltratados no
suelen tener lesiones cerebrales traumáticas severas y que el daño
estructural asociado con muerte puede ser morfológicamente suave.
9
¿Cuál es la relevancia de las lesiones cráneo-cervicales en el
fascículo corticoespinal, raíces nerviosas dorsales, y demás que
han sido descritas?10.11
No lo sabemos. ¿Cuál es la fuerza necesaria para lesionar un
cerebro infantil? De nuevo, no lo sabemos.
Si
bien la mayoría de niños maltratados muestran signos indiscutibles
de violencia, no todos los muestran. Nadie se sorprendería al
aprender que una caída de un edificio de dos pisos o la implicación
en un accidente de tráfico en una vía de gran velocidad puede
causar hemorragia retinal y subdural, pero ¿cuál es la fuerza
mínima necesaria? “Una cosa es declarar claramente que un cierto
cuanto de fuerza es necesario para producir un hematoma subdural;
otra completamente distinta es utilizar ejemplos de fuerza obviamente
extrema... y después sugerir que constituyen el mínimo de fuerza
necesaria.”12
Investigación
en el área de lesiones a bebés es difícil. Puede que la evidencia
de calidad necesite basarse en un modelo de elementos finitos a
partir de datos sobre estructuras craneales, cerebrales y cervicales
infantiles, antes que en animales vivos. Cualquier estudio en modelos
animales inmaduros, si se lleva a cabo, deberá ser convalidado
frente a las propiedades mecánicas conocidas del bebé humano. A la
espera de la conclusión de tales estudios, las evaluaciones de Lantz
y Donohoe son una valiosa contribución y proporcionan una
verificación saludable para cualquiera que desee citar la literatura
en apoyo de una opinión. Su crítica de falta de definición de caso
o controles apropiados puede dirigirse a toda la literatura sobre
maltrato infantil. Si las cuestiones son mucho menos ciertas de lo
que nos han enseñado a creer, entonces admitir incertidumbre a veces
sería apropiado para los expertos. Hacerlo así puede dificultar los
procesamientos, pero un deseo natural de proteger a los niños no
debería llevar a nadie a proferir opiniones no sostenidas por
ciencia de buena calidad. Necesitamos reconsiderar los criterios
diagnósticos, si no la existencia, del sindrome del bebé sacudido.
Competencia de intereses: JFG
y JP han proporcionado evidencia en casos criminales a petición
tanto de la fiscalía como de la defensa.
Referencias
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